domingo, 23 de diciembre de 2007

Cambié CUENTO por CANCIÓN

El siguiente texto lo adapté de una charla sobre escribir cuentos que dio en Cuba Julio Cortázar:

La canción es un fragmento de la realidad con una explosión, o pequeñas explosiones, que abren de par en par una realidad mucho más amplia que trasciende espiritualmente los 3 ó 4 minutos que dura. Quien hace la canción se ve precisado a escoger y limitar una imagen o un acontecimiento muy significativo que vale como una especie de apertura que proyecta la sensibilidad, inteligencia, sentimientos o experiencias hacia algo que va más allá de la anécdota.

Los golpes iniciales de una canción deben minar la resistencia del oyente. El buen escritor de canciones debe estructurar la canción, sobre todo el efecto que se quiere llevar a través del tema. Los temas no son malos o buenos, lo malo o bueno es el tratamiento que se hace de él. Desde la primera línea del primer verso debe perseguirse ese efecto dentro del tema. En toda la canción todo debe tender hacia esa finalidad.

Desde la primera escena, desde las primeras palabras, una canción es mala cuando se escribe sin cierta tensión necesaria. El material con que se trabaje la canción debe ser significativo, útil, fuerte, es decir, debe ser buen material (idea, rimas, aliteraciones, dichos, etc.).

Los acontecimientos y personajes dentro de la canción se deben convertir, por simples que sean, en un resumen implacable de una cierta condición humana. La canción es buena si tiene esa energía espiritual necesaria que ilumina certeramente algo que va más allá de la pequeña anécdota que se cuenta.

El tema, sea como sea, lo encuentra el escritor en un momento dado, ya sea inventado o escogido voluntariamente. Una vez haya tema, habrá canción. El tema atraerá como imán al escritor (por eso es escritor); luego debe atraer al oyente, para eso es oyente. Atraer sentimientos, recuerdos, visiones, ideas perdidas en la mente y en la sensibilidad del escritor, luego del oyente. Antes del tema está, entonces, el escritor, su saber, su humanidad y la voluntad de hacer una canción con ese tema; lo que está después es cómo el escritor trata el tema, con qué estilo, con qué forma.

El tema es encontrado por el escritor, pero la canción no tiene su forma definitiva. Para transmitir el poder con que el escritor fue atacado por el tema es necesario conocer el oficio de escribir la canción. No bastan las buenas intenciones.

Es necesario, bajo la forma definitiva, atrapar la atención del oyente, aislarlo de lo que lo rodea y una vez pasados 3 ó 4 minutos conectarlo nuevamente, pero enriquecido. Es necesario agregar a la canción tensión, intensidad, un estilo en el que los elementos formales (secciones, arreglo, mezcla) y los elementos expresivos (estilo, desfachatez, dulzura, atrevimiento) se ajusten al tema de manera única e inolvidable. La tensión y la intensidad vienen dadas por la poda de lo superfluo, acercando todo al tema y a los efectos que fascinan de él. Así están hechas esas canciones de “tamaño grande” que hacen temblar, que mueven, que cambian, transforman la cara de los oyentes, en un lugar lleno de gente, silencian un auditorio y solo se oye la canción.

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